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ISSN 1989-4163

NUMERO 71 - MARZO 2016

Desde Amundsen

Julio Soler

 

     

i.
    200.000 libras esterlinas. La verdad sobre aquel otoño. Lo que sucedió realmente.

    Al principio todo era una casa vacía en lo alto de la colina. Un agente inmobiliario intentando deshacerse de ella y un vendaval azotando las vidrieras. ¿Por qué? Porque la casa era de un lujo reconocido. "Esto es más que una casa", advertía el agente detrás de su impecable traje enmoquetado, a los presumibles clientes. Un hombre blanco y una mujer. Una pareja de imbéciles portando dos jarrones en sus cuatro manos. Aunque ambos sabían lo que querían.

-Cuatro dormitorios, una sala de estar la televisión, un comedor, dos trasteros y un jardín a convenir. Justo lo que queríamos. Perfecto, ¿podemos pagar en peladillas?

-No  repuso el agente. El precio sube a 200.000 libras esterlinas. Es nuestra manera de trabajar. Aunque quizás... ¿Disponen de especias? Es decir, azafrán, jengibre, chile, cilantro, pimienta, curry, canela, comino, algo de Pakistán, o incluso ketchup.

-Pues no. En estos momentos carecemos de liquidez en especias.  Sólo peladillas y algunos puestos de almendras garrapiñadas aquí y allá. Usted ya sabe.

-En ese caso me quedaré con las acciones de los puestos de almendras garrapiñadas.

    En ese momento el rosetón que escoltaba la entrada estalló y el vendaval se presentó a los futuros inquilinos y al vendedor.

-Es usted todo un negociante -dijo el joven imbécil.

-Cierto.  No hay burro desgraciado que se me resista -se vanaglorió el anteriormente tachado de negociante.

    Tras agitar los dejados-a-propósito cabellos largos de la pareja y cerrar todas las puertas, el vendaval sintiéndose soslayado dio media vuelta y con la cabeza gacha sopló hacia fuera de la casa. Sus pies sangraban al haber pisado los vidrios del rosetón mutilado y una larga estela rojiza se precipitó colina abajo. Yo, que estaba muy cerca, lloré.

    Se dieron los tres la mano e intercambiaron banderines.

El acuerdo estaba hecho. Adiós a todas las acciones de los puestos de almendras garrapiñadas. Hay que invertir para vivir.

ii.

    Al día siguiente la vivienda, fotograma a fotograma, se fue llenando de electrodomésticos, vajillas, muebles, maletas y unos cuantos chiquillos sin importancia. Las luces de las nuevas lámparas iluminaban a los fontaneros que, joviales, esculpían la grifería. Mientras tanto la joven pareja permanecía agarrada, sin soltarse, blasfemando entre sonrisas cómplices de pronosticada felicidad.

-Aquí colocaremos la jaula para los jabalíes, allí, sobre la superficie de la barandilla de aquella escalera, expondremos nuestra colección de jabones. Mm..., en la cocina instalaremos el frigorífico, el horno y el friegaplatos.

-Bien pensado. Y sobre la chimenea, colocaremos la cabeza de Pepito que ya ha hecho la Primera Comunión y...

-Querido. No sé si te habrás dado cuenta pero no hay chimenea...

-¿¡Cómo!?¡¿Qué no hay chimenea?!

-No. No la hay. -asestó ella una negación categórica.

-¿Y qué vamos a hacer? ¿Estar agarrados siempre? Sin cabezas disecadas. Frío y sobre esta atalaya en la colina, divisando el humo de todas las casas de la ciudad envolviéndonos con su aroma hasta la locura? De amor, claro.

-Perdona cariño, pero ¿desde cuándo esa pasión por las chimeneas?

-Desde Amundsen.

-¿Desde Amundsen?

-Sí. Desde Amundsen.

    Yo, por supuesto, mientras lo iba apuntando todo y pude comprobar así como las hojas de los fuertes robles del convenido jardín se debilitaban una a una contra el suelo, suspirando. El vendaval del día anterior, ahora convertido en otoñal brisa, jadeaba sobre los ventanales, dejando una frágil marca de vaho que los chiquillos sin importancia se encargaban de borrar con sus guantes de boxeo.

    La pronosticada felicidad plasmada en las sinceras blasfemias de la pareja, se veía ahora quebrada por una ausencia, por una incorreción, por una chimenea.

    Se sentaron en el sofá, abrazados desde luego.Pensativos. El amor, esa irracional temperatura que oscila entre dispares escalas, entre diferentes parámetros, unía, no obstante a la pareja. Como un cordón umbilical del que no se puede saber cuál es el cuerpo falso, el adherido posteriormente. Se besaron. Se volvieron a besar, y una, y otra vez, y otra vez más y venga...Los chiquillos sin importancia entonces, abandonaron su tarea destructora para con los melancólicos vahos de la brisa y, lascivos se despojaron de los guantes de boxeo al contemplar la plasticidad de la escena que se estaba desarrollando en el sofá. La familia estaba unida.

-¡Ya está! ¡Construiremos una! -exclamó él.

-¿Pero qué estás diciendo? Añadir chimeneas una vez construida una casa es delito. Sólo se permiten los pozos. ¿Es que no lo sabes tú, tú que eres abogado? ¿Es que no lo sabes? ¿¡Eh, eh!?

    Y ella se separó dos centímetros de él.

-Claro que lo sé. Pero conozco a unos albañiles contratistas de hormigones oscuros y nocturnos que me deben un favor.

-¿Albañiles? ¿Desde cuándo te mezclas con esa gentuza?

-Desde Amundsen -contestó él sosegadamente.

-¡Ah, otra vez! ¡Ya veo! Tú tienes un pasado que todavía no me has contado. Pero te quiero, ¡¿qué cojones?! Haremos lo que tú digas.

    Y la barrera de dos centímetros desapareció.

iii.

    Afortunadamente fue una primera noche tranquila. Todo había ya sido previamente instalado en el tiempo récord de un día. Los electricistas, fontaneros, carpinteros y  transportistas se fueron, pues, satisfechos con sus medallas de oro. Una noche tranquila y también tranquila. Además, el vendaval venido a otoñal brisa, auguraba ya en esas horas su conversión a una vulgar corriente de aire, con la pesada  carga que eso conlleva. El silencio, sí. Ese que implica el más estrepitoso de los ridículos para cualquier fenómeno atmosférico digno de tal nombre. Cuando va a nevar ya sabemos porque las nubes se enrojecen, ¿o no?

   La quietud y el intenso frío permitían que los chiquillos sin importancia durmieran plácidamente a la intemperie, aconsejados por sus padres; que los jabalíes, con toda su alma del campo, procrearan solapadamente en sus jaulas y que en resumidas cuentas, apenas se atisbara la presencia de una cuadrilla de siete albañiles con sus respectivos trescientos bocadillos, horadando con su taladradora una de las paredes.

    Yo tenía hambre y me comí uno de los bocadillos de tortilla de espinacas. Coartadas las hay. Subí las escaleras y entré en el dormitorio de la pareja. Se hallaban en su cama asidos fuertemente, desnudos y sin pijama.

-Tú sabes que mi corazón late por ti. Aunque estés jugando con la ley y te expongas a lo que te expones, te quiero. Pues tú eres la flecha que hiere mi sentimiento más profundo. Pues tú eres la joya que taso día a día para falsificar su precio más alto. Pues tú eres la bienvenida ola que borra todos mis arenosos bordes. Pues tú eres la atracción que en su faceta deliciosa, el macho es capaz de provocar en la complacida hembra. Pues tú eres el yeti con el que comparto mi vida. Amor, si tú quieres una chimenea, si tú crees que es conveniente que tengamos una chimenea, pues la tendremos. Yo no pretendo obstaculizar una máxima, una norma tuya que proviene de un pasado tuyo oscuro que desconozco, quizás desde Amundsen -terminó de leer ella y añadió, ya originalmente- ¡Que el tiempo nos mate a los dos!

    Pero yo reconocí en su última frase una canción de Los Panchos y suspiré hondamente.

-Con Eydie Gorme o algo así -dijo él.

-¿Decías algo?

-No, nada. Soñaba.

-Te necesito esta noche -dijo ella-, de veras tengo ganas de ti esta noche.

                                                                                                         Entonces amaneció.

iv.

   Los niños sin importancia existían ya por la casa bebiendo tequila con los albañiles, que desayunaban entre los escombros de la derribada pared. La vulgar corriente de aire, ni que decir tiene, no se atrevió a entrar.

-Buenos días. ¿Qué? ¿Cómo ha ido esa primera noche de trabajo? -saludó desnudo el dueño de la casa.

-Bien, bien. Pero para serle sincero no sé si hacía falta derribar la pared o no. De todas maneras, todo lo que sea destruir, bienvenido sea -confesó el que parecía ser el cabecilla de los albañiles por el modo en que llevaba puesto el pañuelo en su cabeza.

-Sí señor. Muy bien pensado y dicho -corroboró el dueño en pijama ya.

-Papá, papá, ¿me puedo taladrar una mano? -preguntó uno de los niños sin importancia.

-Me da igual. Como le decía, señor albañil, no tengo inconveniente en lo que ustedes hagan o dejen de hacer, del tiempo que tarden, pero mañana mismo quiero una chimenea perfecta y sin barbaridades...

-...que para barbaridades ya tenemos bastante con pagar esta casa y deshacernos hasta la última acción de puestos de almendras garrapiñadas -agregó ella, agarrada brutalmente a él.

-Ciertamente es un gran esfuerzo económico -dijo el del pañuelo- por lo tanto intentaremos acabar cuando queramos y como queramos.

-Y con cautela, que estamos fuera de la ley -añadió otra vez desnudo, él.

-¿Y está muy lejos la ley de aquí? -preguntó el que sería uno de los peones.

-No sé, pero ya sabemos lo largo que lo tiene. El brazo quiero decir -contestó ella como ausente.

    Un alarido decoró la sala.

-¡Papá, papá! ¡Me he amputado una mano! -matizó el chiquillo.

-No tiene importancia. La lástima es que ahora tendrás que conformarte con un único guante de boxeo.

-¡Vaya, qué contratiempo! -dijo de mala gana uno de sus hermanos, el más sparring de todos.

    El matrimonio entonces se retiró a la cocina, dejando a los albañiles reanudar su interrumpido desayuno de cereales y tequila. Aunque la tequila había ya sido dilapidada por los niños sin importancia que canturreaban verdes canciones irlandesas mientras hacían la cama a sus padres.

v.

    Cuando se actúa fuera de la ley, las tonterías sobran. Hay que obrar prudentemente pero con la maestría de un profesional, que aunque son los que más se arriesgan, al fin y a la postre son los que más ganan. La sutilidad, la destreza, la inteligencia, y en último caso la gélida improvisación, son entre otras, cualidades que se deben poseer cuando por ejemplo en este caso hay que construir una chimenea. Todo el saber, el acervo, atesorado desde Amundsen, hay que hacerlo valer en el instante preciso, en el momento exacto propiciado por una ausencia, por una incorreción en la vida. Y a las anteriores cualidades hay que sumar, el valor o agallas, la voluntad, la fe y no actuar como un vulgar amateur, que confía su suerte y la de sus allegados, a una torpe preparación con pocos visos de lograr el ansiado objetivo final: una chimenea al margen de la ley. Un falso movimiento, un paso no calculado, podrían desembocar en el fracaso, la sumisión, la mediocridad. ¡Así que, cuidado eh!

vi.

    La pareja se desayunaba ahora a base de zumo de naranja y tostadas, convencidos, relajados, ajenos a cualquier eventualidad. El taladreo de los albañiles había dado paso a la colocación del cemento y de los ladrillos ahumados, para disimular. Los niños sin importancia, ya con precoz resaca, se habían apoderado del mando a distancia y comenzaban su cura diaria de televisión. Los jabalíes a plena luz, continuaban procreando en sus jaulas. Todo se desarrollaba con normalidad, con fluidez. Pero yo mientras, me aburría sentado en el alféizar de una de las ventanas, jugando con un bisturí y un trozo de papel. Y es que notaba algo en falta.

No sé el qué. Entonces salí fuera a respirar un poco de aire puro y fumar un cigarrillo. A mis pies se hallaba la ciudad tambaleándose, bella, con su control, con su saber estar, con su elegancia. Miles de personas enamoradas compartían pozos, jardines, chimeneas previamente construidas. La vida tenía sentido, incluso cuando era ilustrada con cualquier chantaje... mm ...

vii.

    Eran las cuatro de la tarde y la fluidez continuaba, cuando el timbre de la puerta sonó dos veces. Dos veces, sí.

-¿Quién puede ser a estas horas? -se preguntó la pareja a coro.

-No sabemos -se contestaron al unísono.

    Aferrados el uno al otro observaron a través de la mirilla al autor de los dos timbrazos. Era el agente inmobiliario. Aunque se había puesto gafas, dejado barba y bigote, y era una mujer, lo reconocieron al instante.

-Es el agente -gritaron- ¿Qué demonios querrá?

-¿Pareja de burros? -inquirió el agente-. Sé que están ahí. La mirilla no tiene cristal. Por favor, abran la puerta. Vengo en son de paz, a ultimar unos pequeños detalles del contrato de la compra de la casa. Resulta que no consigo averiguar la equivalencia entre las libras esterlinas y las acciones de los puestos de almendras garrapiñadas. ¡Vamos abran!

                                                                              Abrieron.

-Buenas tardes. Así están las cosas. Ya sé que esto es un puro trámite, pero mañana quería hacer la transacción pues nos urge el dinero para un asunto de coca de la parte pura de Bolivia, y no disponemos de liquidez. Usted me comprende. Con los bancos y las drogas ya se sabe. Hay que ser puntual.

-Desde luego es usted responsable...

-... y honesto -añadió ella.

-Muchas gracias. Ya conocen nuestro slogan: "ENGAÑAR A UNO DIARIO ES NUESTRO ABECEDARIO".

-Pues muy bien. Pasemos al salón y solucionemos el problema cuanto antes. Con personas como usted da gusto colaborar -dijo el joven padre de sus hijos.

    Los tres se sentaron en el sofá que permanecía con la típica sábana blanca, para que el polvo, suciedad y demás mierda que pudieran producir los albañiles no mancharan lo recién estrenados muebles. De repente, el agente se levantó consternado.

-¡Pero esto es un escándalo! ¡Dios mío, que ven mis ojos! ¡Ustedes están construyendo una chimenea a posteriori! ¿Es que no sabe usted que es abogado, que esto está penado severísimamente por la ley?¿¿Eh,eh!?

-Lo sabemos positivamente. Pero, compréndanos.  Estamos enamorados y necesitamos una chimenea. Para encender nuestro fuego y apagarlo cuando queramos, como cualquier otra pareja de la ciudad, colina abajo.

-Lo siento -dijo el barbudo agente- pero mi deber como ciudadano es dar parte a los exploradores.

-¡A los exploradores no, se lo suplico! - rogó el abogado sin convicción.

-Eso es lo que dicta la ley -se corroboró estrictamente el agente- A no ser...

-¿A no ser qué? -preguntó ella.

-¿Mujer, lo típico, un chantaje!

-¿Un chantaje? ¿Y qué quiere?

-Lo único que podría sellar mis labios sería la entrega de especias. 200.000 libras esterlinas en especias -dijo el agente.

-¡Pero ya le dijimos que no tenemos nada, nada de especias en absoluto! - exclamó la pareja.

-¡Ah, lo siento! ¡A joderse tocan! -confortó el inmobiliario a los jóvenes.

    Un silencio sobrecogedor, pensativo, violentado, sin saber donde esconderse, apareció en la sala. Los albañiles interrumpieron, por supuesto, su trabajo y la vulgar  corriente de aire seguía sin atreverse a entrar. Yo sonreía de satisfacción. Todo había salido a pedir de boca. Como había planeado. Aunque yo tampoco le había dado importancia a un niño, a un niño sin importancia. A unos niños.

-¡Papás! ¡No os preocupéis! Todo el amor y cuidado que nos habéis ofrecido durante toda nuestra vida, lo hemos ahorrado y posteriormente invertido en especias. Ahora debemos tener en el banco algo así como un millón de libras esterlinas en sobres de azafrán, pimienta negra, ramas de canela, frascos de tabasco, tamarindo y chile, en envases de ketchup y en especias de Pakistán. Así que no os preocupéis. Podemos permitirnos el lujo de un chantaje.

-¿Qué me decís hijos míos? ¡A la cama sin cenar ni merendar, que ahora después os daré una paliza! ¡Qué alegría! -dijo su padre.

-Bueno, pues no se hable más -concluyó el agente-. Mañana vendré, cobraré, me sellaré los labios y destruiré los negativos de mis ojos.

-Bien amor. Todo, todo lo que se había conseguido desde Amundsen lo acabamos de salvar.

    Y dichas estas palabras por el abogado, un huracán, sacando fuerzas de flaqueza y no pudiéndose aguantar más, entró por el hueco de la casi terminada chimenea, inundando la totalidad la casa, separando milagrosamente a la pareja y corrigiendo por fin:
-No era desde Amundsen. Era desde Marco Polo.
                                                                                          KENSINGTON,LONDRES 1989

 

 

Amundsen

Esos tus ríos de agua viva

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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